Las inundaciones suponen el riesgo natural más común en el planeta, casi todos los lugares están sometidos a algún tipo de inundación, por precipitaciones extremas, fusión de nieve o hielo, ciclones, huracanes, etc. A diferencia de otros riesgos naturales, las inundaciones pueden ser consideradas como un recurso, ya que aportan agua y sedimentos que harán las tierras más fértiles (inundaciones del río Nilo en Egipto) y resultan necesarias para el buen funcionamiento de los ecosistemas fluviales.

Las inundaciones se convierten en un riesgo cuando se produce la interacción entre un el elemento natural excepcional y las actividades humanas. Son consideradas un recurso cuando las crecidas no superan unos umbrales de aceptabilidad establecidos por los humanos, pero cuando estos umbrales son rebasados ​​entonces hablamos de riesgo. Por lo tanto el riesgo dependerá de los cambios que se produzcan dentro del sistema natural y humano. Por ejemplo las acciones antrópicas como la urbanización y construcción de infraestructuras han hecho incrementar el riesgo, así como los cambios a escala global del clima donde hay hipótesis que muestran un aumento de los valores extremos de precipitaciones como consecuencia del cambio climático.

El riesgo de inundación afecta a amplias regiones del mundo, tanto de países riesgos como de pobres, aunque de forma desigual. Las cifras de mortalidad son significativamente importantes en peso porcentual respecto al total de pérdidas de vidas humanas provocadas por las grandes catástrofes naturales, aunque sea inferior a la de otros riesgos naturales (seísmos). Las pérdidas económicas provocadas son de las más importantes, incluso superiores a las de los seísmos.

La distribución del riesgo de inundaciones es global y afecta a amplias regiones del mundo, su impacto es significativamente importante en los territorios densamente poblados de los países más pobres con pocos medios para hacerles frente y mitigar los efectos. En estos, la ocupación de los cauces de los ríos y los terrenos inundables es muy habitual por ser terrenos más accesibles y económicos. Un ejemplo es el sureste asiático y el subcontinente índico, dónde las lluvias monzónicas caracterizadas por un largo período de lluvias intensas comportan cada año inundaciones con pérdidas de vidas humanas, pérdidas de cosechas y destrozos materiales (en asentamientos e infraestructuras)

En la región mediterránea una parte importante de la cantidad de lluvia caída es de origen convectivo, con episodios de lluvia de alta intensidad que tienen lugar principalmente a finales de verano y durante el otoño y que muchas veces se asocian a fenómenos de gota fría. Un ejemplo extremo fueron los 871 ml (no oficiales) registrados en la población alicantina de Xàbia el día 2 de octubre de 1957 o los 817 ml caídos en Oliva (Valencia) el día 5 de noviembre de 1987.

Cantidades elevadas de precipitación en un espacio corto de tiempo pueden generar avenidas e inundaciones, pero además de tener en cuenta el agua que entra en una zona en forma de lluvia,  también es importante ver las características del espacio receptor de esta lluvia. Así, desde un punto de vista del medio natural, se tendrá en cuenta la pendiente, la permeabilidad del terreno y la presencia de vegetación. Y tan o más importante es el grado de antropización del territorio, es decir, los usos del suelo.

Por tanto, el riesgo de inundaciones es uno de los más importantes del mundo y no sólo por la elevada frecuencia de casos anuales, si no por el conjunto de víctimas y pérdidas económicas que genera.