El número de víctimas ocasionadas por los volcanes y fenómenos asociados desde 1600 hasta la actualidad es muy inferior al producido por las inundaciones o terremotos. La mayor parte de los muertos, un 67,3%, ha sido en Indonesia y el 12,9% en el Caribe, en muchos casos asociados a largos periodos de hambre como consecuencia de la destrucción de cultivos. Las zonas menos desarrolladas son las más expuestas y las más débiles, por la dependencia de la agricultura y una falta de adopción de medidas preventivas por parte de los gobiernos.

No sólo las vidas humanas son los elementos de riesgo, nuestra sociedad tiene y depende de estructuras básicas muy vulnerables, como son los sistemas de comunicación o las redes de distribución de agua y energía. Además, la complejidad de la sociedad tecnológica actual hace que seamos mucho más vulnerables que las sociedades primitivas de subsistencia. La emisión de cenizas a la atmósfera durante las erupciones del volcán islandés Eyjafjallajökull en abril de 2010, supuso que el tráfico aéreo entre Europa y el resto de continentes fuera mínimo, generara grandes pérdidas económicas para diferentes sectores económicos como el turístico y a las compañías aéreas.

Para minimizar el riesgo volcánico debe adoptarse un conjunto de medidas preventivas que implican actuar antes de que tenga lugar una erupción y durante el desarrollo de ésta. Cualquier medida de prevención exige un conocimiento previo de los procesos volcánicos y los peligros derivados, en función de las características particulares de cada área volcánica.

Las principales medidas de prevención deben contemplar en los siguientes puntos:

  • Medidas estructurales

Hay un amplio conjunto de sistemas constructivos para hacer frente a las consecuencias de los diferentes peligros volcánicos como son los diques, las barreras, construcción de túneles, sistemas de resfriamiento con agua, con el objetivo de desviar o detener los flujos de lava que pueden amenazar elementos vulnerables.

  • Conocimiento de la actividad volcánica

El conocimiento de la actividad volcánica de la zona permite determinar las características de las erupciones futuras. Se estudian las erupciones ocurridas en el pasado desde una óptica pluridisciplinar (geología, geofísica, geomorfología, geografía, historia), que nos proporcionan la base del conocimiento sobre el estado actual del volcán y su comportamiento futuro. Con esta información se elaboran los mapas de peligrosidad y riesgo, que incluyen diferentes parámetros y que tienen en cuenta la probabilidad de que ocurra un fenómeno y los daños que puede ocasionar.

  • Sistema de vigilancia permanente

El sistema de vigilancia es el adecuado a las características de la actividad volcánica presente en la zona, incorporando nuevos instrumentos y técnicas en función del incremento de la actividad y del riesgo. Debe determinar el nivel de actividad del volcán para permitir a las autoridades la gestión de la crisis e informar a la población.

  • Ordenación de los usos y gestión del territorio

En función de la información proporcionada por los mapas de peligro volcánico se planifica el uso y gestión del territorio, para mitigar el impacto que pueda provocar la erupción. Estos mapas de peligro deben ser tenidos en cuenta en la elaboración de los planes de ordenación del territorio, para que las actividades humanas y sus usos sean compatibles en las zonas de afectación de las erupciones volcánicas. El objetivo final debe ser el de evitar la exposición de la población al peligro, con lo que el riesgo volcánico se reducirá.

  • Planificación de emergencias

La planificación constituye una estrategia global de preparación ante catástrofes. La adopción de una respuesta planificada ante una situación de riesgo, es una medida preventiva muy importante para evitar daños grave a la población. Los planes deben contemplar los sucesos peligrosos, los elementos vulnerables y la respuesta de los grupos actuantes para adoptar medidas de protección sobre la población.

  • Educación y divulgación

Es muy importante que la población, cuerpos de emergencia y organismos reciban una información precisa sobre los fenómenos volcánicos y las medidas de prevención existentes. De poco sirve un plan de emergencia si éste no se conoce y si no es asumido por la población; muchos de los desastres han sido causados ​​por la falta de conocimiento de los fenómenos peligrosos.

Para reducir el riesgo es muy importante la educación de la población. El objetivo principal es que la población conozca su territorio, asimile sus peculiaridades físicas y los riesgos inherentes a él y desarrolle técnicas de autoprotección. Todo ello dentro de un marco en el que se mantengan ausentes los sensacionalismos y las situaciones de alarma injustificadas, pero en el que quede bien claro que una erupción puede llegar a ser catastrófica si no se gestiona adecuadamente y si no se toman las medidas necesarias para la protección de la población. Asimismo, es conveniente desterrar la idea de que el conocimiento del riesgo volcánico supone un impedimento al desarrollo económico de la región.