Hay una serie de factores que influyen en la modificación de las fuerzas que actúan en el manto nivoso y por tanto modifican su estabilidad. Los podemos dividir en dos grandes grupos: factores variables y factores fijos.

1. Factores variables

Son aquellos que están ligados a las condiciones meteorológicas y a la estructura del manto nivoso. Aunque están íntimamente ligados, los podemos analizar de forma separada.

  • Temperatura del aire: la temperatura elevada facilita la fusión de la capa superficial del manto haciendo aumentar su contenido en agua. En situaciones con temperaturas muy por debajo de los 0ºC, el resfriamiento de la parte superior del manto provoca un aumento del gradiente y por tanto, se forman granos con menor cohesión. Finalmente, la temperatura del aire condicionará también el tipo de precipitación, desde la nieve muy ligera hasta la lluvia.
  • Viento: es el responsable de la formación de sobreacumulaciones y de placas de viento que pueden originar sobrecargas y el desencadenamiento de aludes.
  • Precipitación, nuevas nevadas pueden ejercer sobrecargas importantes sobre el manto nivoso. En caso de que se produzcan en forma de lluvia, el agua podrá percolar hasta niveles impermeables o hasta la base del manto y ejercer una doble acción, de sobrecarga y de lubricación, que facilitará el desencadenamiento de aludes de nieve húmeda.
  • Estado de la nieve, los cambios existentes en el interior del manto nivoso como consecuencia de los diferentes procesos de metamorfismo, a menudo son el origen del desencadenamiento de aludes.
  • Sobrecargas, debidas a la acción humana. Por ejemplo, el paso de excursionistas y esquiadores, que son causa de accidentes. También pueden ser producidas por animales.

2. Factores fijos

Dependen de las características propias del terreno y pueden ser origen del desencadenamiento de aludes.

  • Altitud: En función de la latitud, las zonas susceptibles de sufrir avalanchas estarán en una altitud o en otra, pero en general se dan por encima de los 1.500 metros, donde será preciso que se tenga en cuenta el desencadenamiento de aludes, las cuales pueden tener zonas de llegada por debajo de estas cotas, pueden incluso afectar a cotas por debajo de los 1.000 m.
  • Pendiente: el intervalo de pendiente ideal para que se produzcan aludes se encuentra entre 30 y 45 grados, aunque peude variar en función de las condiciones de la nieve. En pendientes superiores a 45 grados no es fácil que se acumule suficiente nieve para que se produzcan aludes de magnitud importante. Únicamente nieves con un alto contenido en agua pueden originar aludes en pendientes por debajo de los 30 grados.
  • Morfología: Hay varios tipos de morfologías de vértice que favorecen la acumulación de nieve y el posterior desencadenamiento de aludes. Éstas pueden ser palas, canales, laderas abiertas, cuencas, etc. La morfología condiciona también el hecho de que un alud llegue más concentrado o más disperso. Así, una avalancha que circule por un corredor encajado tenderá a concentrar la masa de nieve que circule, mientras que en una vertiente abierta o en una pala sucederá lo contrario.
  • Orientación, influye sobre la insolación de las laderas; la favorecerá una mayor o menor transformación del manto nivoso, como por ejemplo las vertientes orientadas al sur reciben mayor insolación y la nieve se transforma más rápidamente originando aludes de nieve húmeda. También influye en el depósito de la nieve cuando hace viento, que es transportada desde las zonas expuestas (lomos, crestas, superficies de deflación, etc.) situadas a barlovento y la deposita en zonas situadas a sotavento.
  • Rugosidad: una vertiente lisa o regular hace que la nieve no encuentre ningún anclaje que la retenga y se pueda producir una avalancha. Si la vertiente es irregular, es decir, si presenta una topografía escalonada o si hay bloques, árboles, etc.,  será más difícil que se produzcan aludes, al menos, mientras el manto no haya tapado previamente todas las irregularidades de la superficie.
  • Vegetación: determinados tipos de vegetación favorecen el desencadenamiento de aludes, especialmente las de fondo. La existencia de hierba larga y matorrales espesos en la zona de salida proporciona una buena superficie de deslizamiento donde pueden originarse aludes. Por el contrario, las zonas de bosque y hierba corta actúan de anclajes del manto nivoso y aumentan también la rugosidad del terreno. Cuanto mayor es la densidad del bosque mejor es el anclaje del manto nivoso.