En el apartado anterior se ha hecho referencia a la población mundial desde una perspectiva demográfica, es decir, desde el punto de vista del volumen (la cifra total de habitantes del planeta) como de la estructura (la composición por sexo y edad, principalmente).

Sin embargo, es obvio que, de cara a analizar los efectos que esta población tiene sobre el medio ambiente y la sostenibilidad, hay que completar esta perspectiva demográfica con una de carácter geográfico, ya que resultará especialmente relevante su distribución territorial. Dicho en otras palabras, a una determinada escala territorial, el impacto sobre el medio ambiente dependerá, no sólo del volumen de población, sino de su distribución en ese espacio.

Tal como se indicaba en la introducción del módulo, el concepto que nos pone en relación la población y el territorio que ocupa es el de poblamiento, que desde una perspectiva geográfica usamos para referirnos a la distribución territorial de la población. Una primera distinción del poblamiento de una región es aquella que diferencia entre el poblamiento urbano y el poblamiento rural.

El poblamiento urbano se caracteriza, en términos generales, por su elevada densidad de población y de edificación, fruto de un proceso largo de urbanización del territorio, que podemos dividir en tres etapas: a) una primera, vinculada a las ciudades preindustriales, cuyo origen tiene que ver en factores estratégicos-militares, político-administrativos, económicos o religiosos; b) una segunda etapa, claramente marcada por la localización de la industria moderna (mecanizada) y c) una tercera etapa, postindustrial, caracterizada por un descenso del ritmo de crecimiento urbano y la creciente importancia del servicio servicios en el conjunto de actividades económicas. En términos generales, las ciudades tienden a establecer redes urbanas en forma de sistema jerarquizado e integrado donde cada elemento ―cada núcleo urbano― tiende a especializarse funcionalmente.

Por su parte, suele definir como poblamiento rural todo aquel que se produce en municipios que no llegan a un determinado umbral de población. A pesar de que el establecimiento de este umbral no es más que una aproximación subjetiva y variable en el tiempo, en España a menudo se establece en los 10.000 habitantes.

Con todo, las transformaciones y las dinámicas territoriales propias de los países occidentales ―marcadas, principalmente, por la desconcentración de la población y la descentralización de las actividades económicas― ponen en cuestión la delimitación tradicional de la dicotomía entre espacio urbano / rural. Por este motivo, se suele usar un criterio de densidad de población, es decir, la función que nos relaciona el volumen de población con el territorio que ocupa, de manera que a menudo se habla de poblamiento concentrado o disperso. Sin embargo, como puede deducirse, se trata de una medida que, por un lado, es muy variable según la escala de análisis y, por otro, se encuentra muy sujeta a la delimitación administrativa de las fronteras y divisiones de los territorios por los que se calcula.