A raíz de las dinámicas expuestas en el apartado anterior, el número, el tamaño, la forma y la densidad de las ciudades así como la eficacia de su gestión ambiental se convierten en elementos clave para el logro futuro de la sostenibilidad a escala global.

La migración del campo hacia la ciudad, la principal causa del crecimiento urbano de los países, se debe a dos motivos principalmente: por un lado, los factores de expulsión del campo (la pobreza, la escasez de tierras y la falta de oportunidades de trabajo) y, por otro, los factores de atracción de la ciudad (la mejor oferta de puestos de trabajo y de servicios sociales). La relación entre la urbanización y el medio ambiente ha sido analizada generalmente desde dos perspectivas muy diferentes. En algunas teorías, ocupa un lugar central porque es un proceso global por el que no sólo la población se concentra en las ciudades, sino que también provoca transformaciones profundas en el mundo rural, con las implicaciones medioambientales que ambos fenómenos tienen. Por el contrario, en otros trabajos la urbanización es un tema secundario de estudio porque no hay relaciones universales válidas de la urbanización con la población y el medio.

Las consecuencias en el medio de este aumento de la urbanización son difíciles de evaluar ya que intervienen muchos factores, como las medidas políticas estatales (que a menudo se ven incapaces de hacer frente al crecimiento), la adopción y la implementación de figuras efectivas de planeamiento urbanístico, la evolución del desarrollo económico..., de manera que las relaciones entre el tamaño y la distribución de las ciudades, por un lado, y los impactos ambientales, por la otra, son numerosas, complejas y escasamente conocidas.

Sin embargo, existe la opinión casi unánime que el aumento de la población urbana tiene grandes impactos en el medio ambiente, el mayor de los cuales es la contaminación de las aguas y los suelos, fruto, principalmente, de la inexistencia en algunos casos y la inadecuación en otros, de las redes de alcantarillado, de la falta de control sobre los residuos industriales y de la falta de regulación sobre los contaminantes químicos modernos.

Una posible línea de investigación, no desarrollada en la literatura consultada, sería la referente a si el impacto diferencial de la población urbana es fruto simplemente de la acumulación de efectos individuales derivada de la gran concentración de habitantes que se produce en las ciudades o si, por el contrario, existe un comportamiento individual diferenciador de los habitantes urbanos en cuestiones como el uso de recursos, las pautas de consumo, las pautas de movilidad, etc.

Otros impactos que se relacionan con el crecimiento urbano son la disminución de la capacidad de carga-es decir, una unidad de superficie no puede mantener un volumen tan grande de población como en las áreas rurales fruto de la mayor presión sobre el medio de la población urbana-, el incremento de las bolsas de pobreza-y las consiguientes implicaciones medioambientales ya apuntadas anteriormente-, la polución industrial ...

Algunos autores, sin embargo, afirman que, en proporción, las ciudades deberían ser más ahorradoras en recursos que los pueblos pequeños ya que, por su mayor densidad, son más aptos para el uso del transporte público y, por consiguiente, las emisiones de gases contaminantes deberían ser, en términos relativos, inferiores.

Finalmente, la urbanización también afecta la producción alimentaria, ya que elimina tierras agrícolas a medida que las ciudades van creciendo y reduce el número de explotaciones familiares a medida que se incrementa el número de agricultores que emigra a las ciudades.