Como se decía en la introducción del apartado, la demografía no estudia las poblaciones únicamente como stocks ―volumen y su cambio en el tiempo―, sino que también muestra su interés en conocer cuál es su estructura, pues el crecimiento poblacional se debe en buena parte la estructura de población, al tiempo que ésta viene condicionada por su crecimiento.

El concepto de estructura, en demografía, es muy simple y claro: se trata únicamente de la distribución de la población según algún criterio de clasificación basado en las características sociodemográficas individuales, como el sexo, la edad, el estado civil o cualquier otro, expresando esta distribución en porcentajes del total. Precisamente es la conversión de los datos en porcentajes es la que permite comparar las estructuras de dos poblaciones aunque tengan un volumen diferente.

La pirámide de población es la representación gráfica de la estructura por sexo y edad de una población. Se trata de un gráfico peculiar, porque rompe una regla universal a la hora de representar datos en un diagrama cartesiano: la regla es que el eje de las abscisas (la variable independiente) debe ser la horizontal.

En este caso la variable independiente es la edad, y la variable dependiente es la cantidad o proporción de personas que tienen cada edad. Sin embargo, se dibujan invirtiendo su posición, y la edad está en el eje vertical.

Para calcular los porcentajes se divide cada valor de sexo y edad por el total de la población. Hay que tener cuidado de no incurrir en el frecuente error de dividir por el total del sexo. De esta segunda manera los dos lados de la pirámide, correspondientes a cada sexo, tendrían la misma superficie y enmascarar las diferencias que casi siempre se producen por la mayor supervivencia femenina. También es una convención universal situar los valores masculinos a la izquierda ya la derecha los femeninos.

El gráfico siguiente presenta la pirámide por sexo y edad de la población mundial del año 2010. Se puede apreciar una cierta estructura piramidal, en la que casi todas las franjas de edades tienen un número de efectivos superior a la inmediatamente superior, como reflejo una población en crecimiento, básicamente por presentar una natalidad moderada.

Esta pauta general, sin embargo, parece diluirse fuerza entre las generaciones más jóvenes, es decir, en las franjas de edad entre los 0 y los 25 años. Así, la pirámide nos indica una progresiva disminución de la natalidad en el último cuarto de siglo, en tanto que la base de la pirámide ya no se ensancha más, sino que se produce una cierta estabilización del número de efectivos en estas edades.

Por lo tanto, podríamos calificar esta estructura como la de una pirámide de transición, desde un modelo expansivo-con un fuerte crecimiento en un pasado reciente-hacia uno más regresiva, caracterizado por una disminución del ritmo de crecimiento que puede desembocar en un estancamiento de la población mundial. La explicación hay que buscarla, probablemente, en la disminución general de la fecundidad, ya sea por la adopción de nuevos patrones de maternidad (véase el apartado siguiente), o bien por la implementación de políticas decididas de reducción de la natalidad, siendo el ejemplo chino el caso más significativo en este sentido.

En el extremo contrario de la pirámide, cuya cúspide nos refleja un número todavía muy bajo de población vieja, si bien la tendencia general apunta hacia un progresivo envejecimiento de la población. Es, también, en estas franjas de edades más avanzadas donde la diferencia de efectivos entre hombres y mujeres se manifiesta de forma más clara: mientras en el conjunto de la población total el porcentaje de hombres (50,37%) es bastante similar al de mujeres (49,63%), en las edades superiores a los 65 años el equilibrio se rompe en beneficio de la población femenina (44,21% frente al 55,79%). Y si nos fijamos en que ocurre en las edades más avanzadas, por encima de los 85 años, observamos como la desproporción es aún mayor (el 32,50% y el 67,50%, respectivamente). La mayor esperanza de vida de estas últimas es la principal explicación.

Como siempre, sin embargo, esta tendencia a escala planetaria esconde realidades estatales bastante diferentes. A modo de ejemplo, se muestran dos pirámides de población con unas estructuras totalmente diferenciadas, como son la de Japón y la de Níger, dos países, como sabemos, con unas previsiones de crecimiento totalmente diferentes: una fuerte regresión de la población en el primer caso, y un fuerte crecimiento en el segundo.

Hay que tener en cuenta que ha sido necesario variar la escala del eje de las abscisas para poder representar correctamente el porcentaje de cada grupo de edad en ambos casos: mientras que en Japón ningún grupo de edad y sexo supera el 4% de la población total, en el caso del Níger los niños y niñas de 0 a 4 representan, para cada sexo, más del 10% de la población total del país.

Las diferencias entre un país y otro, pues, saltan a la vista. En primer lugar, el caso de Japón se trata de una pirámide regresiva, reflejo, por un lado, de la disminución constante de la natalidad ―con una base de la pirámide significativamente estrecha― y, por otro, de la llegada de generaciones muy numerosas en las edades más avanzadas, reflejo de la elevada esperanza de vida-la más alta del planeta ―y, por tanto, del progresivo envejecimiento de la población. Por su parte, la pirámide de Níger es claramente una pirámide expansiva, caracterizada por una elevadísima natalidad, pero también por una mortalidad muy alta, que determina que cada grupo de edad sea significativamente menos numeroso que el grupo de edad inmediatamente más joven, con ausencia de población en las franjas de edad más avanzadas.

Como se decía al principio de este apartado, y a la vista de las pirámides de población, es evidente que la estructura y el volumen ―y la variación de éste en el tiempo, es decir, el crecimiento― de una población son dos fenómenos íntimamente relacionados, y que uno condiciona al otro y viceversa. Sin emabrgo, ¿cuál es el mecanismo que hace que una población presente patrones de natalidad y mortalidad tan elevados y cuál es la relación con el ritmo de crecimiento de la población? ¿Qué explica las situaciones tan diferenciadas de países como Japón o el Níger en la actualidad? La respuesta a estas preguntas hay que buscarla en la Teoría de la transición demográfica.