A pesar de estas críticas, la fórmula de Ehrlich ha gozado de cierto éxito en instituciones de carácter minoritario, ya que es la postura defendida por diversos grupos (principalmente, el Population Council de Chicago, el The Sierra Club de San Francisco, el Planned Parenthood World Population de Nueva York y el Population Connection» (el antiguo Zero Population Growth de Los Altos, California) y autores (René Dubos, George Borgström, Barry Commoner y Garret de Bell entre otros).

La solución que defienden todos ellos para reducir el impacto ambiental es el freno de la expansión demográfica hasta ponerla a cero, para reducir la presión que el crecimiento demográfico ejerce sobre los recursos naturales y sus efectos más concretos como la contaminación, la deforestación ... Algunos autores, incluso, van más allá y proclaman la bondad del crecimiento cero aplicado a la economía, alcanzable mediante un posible freno en el progreso científico y tecnológico.

En términos generales, este argumento tiene dos objeciones claras: en primer lugar, el proceso tecnológico es un proceso acumulativo, dinámico, que implica el abandono de ciertas técnicas y su sustitución por otras, beneficiándose así de los conocimientos y las experiencias adquiridos, motivos por los que nada hace pensar que este progreso se tenga que parar. Y en segundo lugar, esta perspectiva sólo tiene en cuenta la oferta, aunque no sólo ésta está sujeta a fluctuaciones y cambios de precios, costes y la tecnología, sino que también la demanda está afectada a estos mismos factores y, por tanto, puede ser también manipulada.

Otra crítica a los defensores del crecimiento cero es que no tiene en cuenta las consecuencias que esta falta de crecimiento de la población puede tener sobre el crecimiento económico, ya que se ha demostrado que ambos crecimientos siguen una evolución paralela, de modo que si uno tiende a cero, el otro también tenderá. Además, hay que tener en cuenta que el periodo temporal de fuerte crecimiento es relativamente corto y que puede tratarse de una situación transitoria y que no exige, al menos de momento, la toma de medidas efectivas para frenarlo.