El concepto de desarrollo sostenible aparece formulado por primera vez en un documento oficial, «Nuestro futuro común», elaborado en 1987 por una comisión presidida por la que fue Primera Ministra de Noruega Gro Harlem Brundtland por encargo de las Naciones Unidas.

El documento, que también se conoce con el nombre de Informe Brundtland, define el desarrollo sostenible como "aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades».

Esta idea implica vivir dentro de la capacidad de carga de los ecosistemas, de manera que los recursos renovables no se utilicen a un ritmo superior al de su generación, no se emita una cantidad de polución mayor que la que los sistemas naturales son capaces de absorber o neutralizar.

El concepto de desarrollo sostenible toma una extraordinaria difusión en 1992 con la «Cumbre de la Tierra» (la Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo celebrada en Río de Janeiro en junio de 1992). Entre los documentos que se aprobaron, destaca la llamada «Agenda 21: La Alianza Global para el Medio Ambiente y el Desarrollo», que constituye un plan de acción para la primera parte del siglo XXI y es la base para a una nueva alianza global para el desarrollo sostenible y la protección ambiental.

Se trata de un documento extenso, de cuarenta capítulos, en forma de programa de actuación que fundamenta el desarrollo sostenible en tres aspectos básicos: el social, el económico y el ambiental. Sus acciones prioritarias son, entre otros, el fomento del crecimiento con criterios sostenibles, la lucha contra la pobreza, la compatibilización de la dinámica demográfica y la sostenibilidad, la utilización eficiente de los recursos (el mundo fértil), la gestión de productos químicos y de residuos y la participación y responsabilidad de las personas.

En su capítulo 28, la Agenda 21 insta a los poderes locales a ejercer su responsabilidad ya iniciar un proceso de diálogo abierto y participativo con sus ciudadanos, organizaciones y entidades para adoptar un plan de actuación ambiental y de desarrollo especialmente aplicado a los problemas, las oportunidades y los valores locales, y dirigido a que los municipios sean más sostenibles, más habitables y más justos..

La implementación práctica de esta idea se produce con la aprobación de la llamada «Carta de Aalborg», firmada por los municipios participantes en la Conferencia Europea sobre Ciudades Sostenibles, reunidos en Aalborg (Dinamarca) el mes de mayo de 1994, por los que los municipios europeos se comprometen a adoptar estrategias locales ya hacer de la sostenibilidad uno de los ejes fundamentales de su actuación. El compromiso de los signatarios de la Carta de Aalborg (entre los que hay más de 150 municipios catalanes) consiste en desarrollar procesos Agenda 21 a escala local siguiendo los principios que establece el propio documento.

MAunque la mayoría de los documentos legales en materia de medio ambiente consultados no contemplan las variables demográficas como uno de los factores importantes a tener en cuenta a la hora de la implementación práctica de políticas medioambientales, hemos podido localizar un interesante documento que contiene una serie de reflexiones al respecto a pesar de centrarse en el caso de Estados Unidos. En concreto, se trata del estudio, breve pero completo, de las variables demográficas a considerar a la hora de emprender cualquier política y que, concretamente, son: el tamaño de las poblaciones y su distribución, la estructura por edades (con especial interés por el envejecimiento), la composición étnica de las sociedades, el status económico, las migraciones y la composición de los hogares.

En concreto, la idea básica de las políticas medioambientales con perspectiva demográfica deberían ir dirigidas, en primer lugar, a estudiar si las evoluciones temporales de algunas variables significativas desde el punto de vista del medio ambiente, como por ejemplo el consumo de energía, las emisiones de gases contaminantes y de efecto invernadero o el reciclaje, responden también a cambios en el tamaño, distribución y composición de las poblaciones, los comportamientos diferenciales de los individuos en función de su situación socioeconómica, etc., y, en segundo , a analizar si las diferencias territoriales (interregionales, interestatales) responden a un complejo de causas, entre las que figurarían las variables demográficas mencionadas.