La relación entre la población y medio ambiente, el impacto de la primera en este último, ha sido una cuestión largamente estudiada a lo largo de la historia. El continuo crecimiento de la población, especialmente intenso desde el inicio de la Revolución Industrial, ha sido la causa que numerosos científicos teorizan sobre los efectos de la población en el medio ambiente en general y en los recursos naturales en particular, partiendo, eso sí, de bases conceptuales diferentes.

Por lo tanto, creemos necesario antes de proseguir en nuestra exposición, presentar, grosso modo, como han sido tratados los dos conceptos básicos con los que trabajamos: la población y el medio ambiente.

A pesar de ciertas excepciones, en la mayoría de las aproximaciones realizadas en concepto de población está limitado al crecimiento demográfico, al aumento del volumen total de la población, sin atender otras variables demográficas de gran interés como la estructura por edad y sexo, los patrones migratorios, la distribución espacial de la población, las pautas de movilidad o la relación de los individuos con la actividad. Pocos autores son conscientes de esta carencia y algunos intentos para paliar esta situación, como el foro virtual organizado por Population and Environment Research Network a través de su página web, han resultado decepcionantes, derivándose el debate, un vez más, a la simple visión de la población como volumen total agregado de individuos.

Otra omisión constante es la no consideración de los demás aspectos caracterizan las sociedades aparte de sus características estrictamente demográficas. En este sentido, diversos autores defienden que en su relación con el medio ambiente, hay que considerar los aspectos sociales y culturales de la población, de manera que para reducir la presión sobre los recursos no basta con poner en marcha políticas de control de la población (como es el caso, por ejemplo, de la actual política de China) sino actuar sobre otros factores como los culturales, los sociales y los económicos, destacando la importancia de elementos como la pobreza, las leyes del mercado o las políticas gubernamentales. Así, en contraste con la relación directa entre las demás especies y el medio ambiente, este punto de vista enfatiza la organización social y cultural humanas, de modo que el cambio ambiental es entendido tanto como un proceso natural como social.

Sin embargo, la idea dominante, simple pero no por ello menos cierta, de la mayor parte de los estudios es que el aumento de la población ejerce una presión creciente sobre el medio ambiente, por la necesidad, también creciente, de abastecerse de las materias primas necesarias para su propia supervivencia. De esta manera, el crecimiento de la población provoca una mayor presión sobre el suelo por el mayor requerimiento de tierras de cultivo y por la competencia existente entre las diferentes actividades económicas, el agotamiento de ciertos recursos minerales y fósiles por las mayores necesidades energéticas.

El medio ambiente, por contra, ha sido definido de muchas maneras diferentes, que incluyen tanto zonas climáticas o localizaciones urbanas o rurales como, sobre todo, recursos naturales específicos (aire, agua, bosques y suelos principalmente). Clarke (1995) ofrece tres posibles definiciones de medio ambiente:

  • Física / natural. El medio ambiente es entendido como las características de los paisajes (el clima, los suelos, la geología...) que no han sido modificadas por el impacto humano.
  • Geográfica. Tiene en cuenta cambios producidos por el hombre, acostumbrándose a distinguir entre paisaje habitado / inhabitado, urbano / rural... En la actualidad, una de las principales líneas de investigación, como se verá más adelante, es cuantificar la importancia relativa de los factores humanos y naturales en los cambios medioambientales.
  • Ecológica. Son las condiciones externas o ambientales en las que viven los animales y las plantas.

En la mayoría de los casos, la visión del medio ambiente se ve restringida al concepto de recurso ambiental. A pesar de la disparidad de sus definiciones, la más consensuada entre los autores, posiblemente por su amplio carácter, es la realizada por las Naciones Unidas, por la que los recursos naturales son «todos aquellos productos de la naturaleza que tienen una utilidad para la humanidad».

Esta definición, si bien es excesivamente general, contiene tres ideas básicas que se repiten en la mayoría de las definiciones: a) el hecho de que son parte o se obtienen a partir de un sistema natural, b) que satisfacen necesidades y c) que enfatizan el carácter pasivo de la disponibilidad de los recursos naturales, ignorando el proceso activo de apropiación y transformación de los recursos a través de la aplicación del conocimiento científico-técnico. De esta manera, por tanto, su consideración como tales puede variar a lo largo del tiempo y del espacio.

Así, no se puede considerar los recursos como un stock, ya que su valor depende de las necesidades y de la situación tecnológica de cada momento más que del recurso en sí mismo. De hecho, lo que se da es un flujo de recursos regulado por la dinámica de los fenómenos naturales y por la dinámica del sistema social, su capacidad de «crear» nuevos recursos que en sustituyan otros de obsoletos. Asimismo, el mismo autor destaca la diferencia existente entre los conceptos de recurso y reserva, ya que este último hace referencia únicamente a los depósitos conocidos, que pueden ser explotados con las tecnologías disponibles a precios corrientes, mientras que, como hemos visto, los recursos es un concepto bastante más amplio. Por otra parte, la división entre renovables y no renovables es empleada a menudo a pesar de su cierta ambigüedad, ya que no se tratan de dos categorías plenamente excluyentes la una de la otra.

FiFinalmente, las variables usadas para medir la degradación ambiental incluyen tanto medidas cuantitativas (la polución, la pérdida de suelo ...) como cualitativas (la percepción de la población).

Otro aspecto a destacar los estudios sobre población y medio ambiente es la bidireccionalidad de las relaciones que se establecen entre estas dos conceptos. Así, una primera perspectiva es la que estudia la población como agente receptor de los cambios medioambientales, es decir, como la degradación del medio, los desastres naturales, etc. tienen consecuencias sobre la población, independientemente de que ésta pueda haber actuado, previamente, y de forma directa o indirecta, como agente causante de estos cambios. Mientras esta primera perspectiva ha sido desarrollada principalmente en los estudios centrados en los países del Tercer Mundo, los trabajos referentes a los países occidentales, por el contrario, la perspectiva dominante es la que considera la población (sus actividades económicas, la explotación y el consumo de recursos naturales ...) como agente causante de la degradación ambiental.

Finalmente, antes de iniciar la exposición de las líneas de investigación que históricamente se han desarrollado sobre la relación entre población y medio ambiente, hay que hacer una referencia a la disponibilidad de los datos. La primera dificultad con que nos encontramos es la a menudo no comparabilidad de los datos demográficos por un lado y las ambientales para la otra, ya que a menudo no están referenciadas ni a un territorio ni a un período de tiempo similares. Una de las causas de este hecho es la recogida por separado de ambos tipos de datos, realizada con otros fines que la de analizar la relación entre población y medio ambiente.

En general, la base empírica para estimar la distribución, el crecimiento y el tamaño de la población es mejor que la que existe para el medio ambiente, gracias a la información recogida en los censos de población, sistemas de registro civil y encuestas por muestreo. En cuanto al medio ambiente, existen grandes diferencias entre países respecto a los siguientes temas: a) la disponibilidad de datos primarios, b) la calidad, comparabilidad y frecuencia de la recopilación de los datos y c) la calidad de los sistemas de información resultantes.